Calma del agua que vierte su racimo de gotas en la serena
quietud de la tarde. Ella pinta ángeles bajo los aleros como
si ateridos de humedad se refugiaran en las cornisas para
convertir en inmóviles sus alas. Ella aún desprende luz de luna
si la llamada de unos ojos recuerda la simbiosis celeste de su piel
con el haz que la medianoche dejó en su perfil,
mixtura que se convierte en fulgor cuando la memoria
repite el eco de la magia de ver la transparencia de la luz
sobre un halo virgen que envuelve el cáliz de un cuerpo
con la rosa alba que la luna deposita en los hombros desnudos
hincándose como flores de nieve en los promontorios mas altivos
de la carne. Calma del agua que moja la testuz de los caballos
en la fontana, paciencia del cristal y sus biseles donde se quiebra
el rimero que fluye hasta el contorno de una ventana en penumbra,
infancia de la claridad bajo la sombra gris de los cúmulos,
paraguas sin nadie como pájaros negros sobrevolando
la corriente de un río insomne, la sonrisa que pintó
para ella un ángel en su impermeable azul con la forma
dorada de un sol de invierno me recuerda que siempre
fue la luz que iluminó la oscura faz de mi alma.
viernes, 4 de abril de 2025
Pintora de ángeles
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