domingo, 16 de octubre de 2016

El retrato

¡Qué difícil la arquitectura del ser! Un incendio,
la nieve, la tangencial existencia de mil siglos
de rutina en la piel curva, en el gesto y su desdén,
en la prisión de la magia y del color que sangra. Allí
la historia de unos ojos que son mar, aquí la comisura
de los vértices en la sonrisa hospitalaria. Una frente
altiva, los cabellos que no hablan, oídos impares perdidos
en la memoria. Y la ambigüedad que teme al perfil,
por eso se enseñorea el rostro con la paciencia de un sol.
¿Y los brocados, el tul, la seda, la insignias y la plata,
el yelmo y la rosa, los miriñaques sin duende, el caniche
que juega a no ser él bajo las faldas ahuecadas? No buscaré
la verdad en los reflejos de un poema, tampoco en la escultura
que vibra en la noche, en la sed de un óleo que no halló en mí
otra voluntad que el silencio o el trasluz de la contemplación.


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