martes, 23 de diciembre de 2014

Fragmento de Molloy de Samuel Beckett



"No le guardo demasiado rencor a mi madre. Sé que hizo todo lo posible para que yo no naciera, salvo lo principal, y si no consiguió deshacerse de mí fue porque el destino me reservaba otra letrina peor. Pero con que haya tenido tan buenas intenciones me doy por satisfecho. No, no me doy por satisfecho, pero siempre le tendré en cuenta a mi madre los esfuerzos que hizo por mí. Y le perdono haberme zarandeado un poco los primeros meses y haberme amargado el único período ligeramente potable de mi enorme historia. Y también le tendré siempre en cuenta que no haya reincidido, instruida por mi ejemplo, o se haya detenido a tiempo. Y si algún día debo buscar algún sentido a mi vida, empezaré a hurgar por ahí, por el lado de esta pobre ramera unípara y de mí, último de esta calaña, no sé cuál. Añadiré, antes de pasar a los hechos, pues parece que realmente debiera hablarse de hechos, acaecidos aquella lejana tarde estival, que con aquella vieja sorda, ciega, incapacitada y demente, que me llamaba Dan y a la que yo llamaba Mag, con ella, y solo con ella, yo..., no, no puedo decirlo. Es decir, podría decirlo, pero no lo diré, sí, me sería fácil decirlo, porque sería mentira. ¿Qué veía yo de ella? Invariablemente, una cabeza, las manos a veces, alguna vez los brazos. La cabeza, siempre. Cubierta de vellos, de arrugas, de porquería, de babas. Una cabeza que ennegrecía el aire. No es que lo que pudiera verse tuviera mucha importancia, pero siempre es un comienzo. Era yo quien sacaba la llave de debajo de la almohada, quien cogía el dinero del cajón, quien volvía a dejar la llave bajo la almohada. Aunque no iba a verla por dinero. Creo que venía una mujer cada semana."

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